Texto para la publicación The Stadium, the Pavilion and the Palace. Domènec, An Intervention at the Barcelona Pavilion, editado por la Fundación Mies van der Rohe, Barcelona 2023.
En el año 2018 presentamos en el MACBA la exposición de Domènec Ni aquí ni enlloc (Ni aquí ni en ningún lugar), un recorrido por casi veinte años de su trabajo a través de varias de sus obras y de nuevos proyectos. En paralelo, realizó paralelo una intervención en el Pavelló Mies van der Rohe de Barcelona, que se vinculaba con la muestra del museo a través de la publicación de un periódico presente en ambos lugares. L’estadi, el Pavelló i el Palau tomaba el título de un artículo de J.M. Huertas Clavería que se publicó en la revista Destino el 10 de diciembre de 1966, centrado en algunas de las construcciones emblemáticas de la montaña de Montjuich de Barcelona, edificadas con motivo de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Lo que fue parte de la carta de presentación al mundo de una ciudad próspera, moderna, abierta y cosmopolita, escondía al otro lado de la montaña, frente al mar, un cúmulo de barracas hacinadas en las que vivían los trabajadores que habían construido esa nueva ciudad y sus familias, al lado mismo del gran cementerio de Montjuich. Si bien esa situación se producía a finales de los años veinte del siglo XX, lejos de subsanarse con el pase del tiempo, lo cierto es que la “trastienda” de la montaña oficial fue conformándose como lugar permanentemente provisional de asentamiento de los trabajadores que fueron llegando desde otras regiones de España a Barcelona en búsqueda de una vida mejor.
El artículo de Huertas Clavería se centraba en las familias que habitaban chabolas en la playa del Somorrostro de esta ciudad, que fueron arrasadas por un temporal en otoño de 1963, por lo que fueron trasladadas temporalmente al estadio de Montjuic, en desuso, a la espera de ser reubicadas. Se sumaban a otras ocupaciones anteriores de edificios también en desuso de la antigua Exposición Universal, como el Palacio de las Misiones o el Pabellón de Bélgica. Esa temporalidad a la espera de algo mejor se alargó una vez más para casi un millar de familias, que convirtieron esos edificios en su hogar durante varios años, convirtiéndoles en lo que Huertas Claveria denominaba “barraquistas fantasmas”, escondidos tras el deslucido esplendor de lo que habían sido edificios representacionales.
Desgraciadamente, este no era un hecho inusual, sino que era mucho más común de lo deseable y de más largo recorrido. Uno de los casos paradigmáticos, hoy todavía vigente, fue la ocupación provisional en algunas de las grandes ciudades de Brasil al finalizar las guerras de los Canudos (1896-1897), cuando al regreso de sus soldados, bajo la promesa de recibir un salario que les permitiría acceder a una casa a cambio de su esfuerzo por el país, se asentaron temporalmente en las pendientes laderas de los montes, en construcciones precarias. Con el paso de los años y de sucesivas generaciones de habitantes, las favelas inicialmente ocasionales se convertirían en grandes barrios marginales de las grandes urbes cariocas. Los inquilinos provisionales pasarían a ser los nuevos habitantes.
El trabajo de Domènec reflexiona sobre la idea de habitar; sobre las condiciones que propone/impone la arquitectura; sobre las propuestas habitacionales de la arquitectura moderna, las utopías, realidades y fracasos que conllevan; sobre la confrontación entre los proyectos y la fractura que las realidades sociales, económicas y políticas conllevan. Uno de los ejemplos que aborda radicalmente estas cuestiones en su trabajo es el documental 48_Nakba, en colaboración con Mapasonor, en el que Domènec da voz a cinco hombres y mujeres palestinos que se presentan sucesivamente ante a la cámara y muestran la escritura de propiedad de su casa y la llave que abre su puerta; también evocan recuerdos de su hogar y de su población; y muestran al final de cada entrevista un cartel con el nombre de su pueblo. Nos cuentan cómo en 1948 fueron arrancados de sus tierras y trasladados forzosamente a unos campos provisionales de refugiados. Un éxodo político motivado por una resolución de la ONU por la que se decidió dividir el territorio de Palestina y crear el nuevo estado de Israel. El éxodo de más de un millón de personas que fueron obligados a partir y reubicarse en campos de refugiados creados como asentamientos provisionales en los que aun hoy permanecen más de tres generaciones de palestinos a la espera de la constitución de su país, o de una restitución de sus hogares que fueron arrasados al poco de su partida. Los mayores todavía sueñan con poder regresar a sus casas. Sin embargo, al final de cada entrevista, la cámara nos lleva al lugar donde estuvo emplazado su hogar y sus poblados, que fueron demolidos y borrados de los mapas. En este trabajo, Domènec traza una cartografía ya imaginaria de deseos imposibles sobre antiguas realidades. El choque entre un pasado que no se va a repetir y un presente indigno al que nadie quiere mirar. Un habitar el hoy entre anhelos y materialidades contrapuestos, donde ese choque se fundamenta precisamente en la idea falsaria de lo provisorio que, posiblemente, sea lo único que permite mantener cierta perspectiva de futuro.
Los asentamientos “circunstanciales” de larga duración, la apropiación del espacio para legitimar la posibilidad de existencia, es uno de los aspectos de la aproximación a la arquitectura y al proyecto habitacional de la modernidad, y forma parte de una reflexión como decíamos más amplia. El trabajo de Domènec bascula en esos lugares donde el deseo, los anhelos, se enfrentan a realidades diametralmente opuestas; algo así como un juego entre ficción y realidad, en el que la ficción se basa en la legitimidad, pero en la imposibilidad de ser; y donde la realidad se revela en toda su perversidad.
Los proyectos que nos ocupan se centran en lo habitacional en relación con estrategias geopolíticas o representacionales. En el caso de Barcelona, la presentación del crecimiento de una ciudad y su proyección de futuro, aun a costa de sus hacedores y de los propios habitantes de la otra ciudad, la ciudad fantasma. La fantasmagoría surge en un doble sentido. Por una parte, en el no lugar de la casa a la espera de que exista, y de la configuración del espacio propio provisional. Las resoluciones momentáneas a lo que en un momento dado es un problema específico que, luego viene a establecerse con una larga duración. Por otra parte, el disimulo, la ciudad escondida pero latente. ¿Quién construyó esos edificios? ¿Quién levantó la ciudad y sus nuevas calles? ¿Quién fue la mano de obra que con su esfuerzo hizo “brillar” la ciudad moderna al mundo? El miembro fantasma y “la sempiterna costumbre de ocultar las cosas poco gratas, como si sólo mostrando las mejores Barcelona fuese una ciudad mejor”, según Huertas Clavería.
Quizás vale la pena que nos detengamos en algo que alertó al autor del artículo e hizo que lo escribiera: la oportunidad de que el Real Club Deportivo Español se trasladase al Estadio de Montjuic, promovido por su entonces presidente y considerado por el régimen franquista como modélico empresario, Juan Vilá Reyes. El traslado de las instalaciones deportivas obligaba a una remodelación del estadio para adecuarlo a las nuevas necesidades, para dotarle de todos los servicios necesarios de un club deportivo moderno. Pero ese traslado se quebró con la migración provisional, ¡provisional cómo no!, de los afectados del temporal del Somorrostro en 1963 a dicho equipamiento. La “provisionalidad”. Una palabra que, al decir del autor del artículo que nos ocupa, debería “ser prohibida en el lenguaje oficial de nuestro país”. ¿Sólo del nuestro? Ya que obligó a mirar a la ocupación oculta, disimulada, de dicho edificio, por personas que lo habitaban en deplorables condiciones de conservación. Curiosamente Vilà Reyes protagonizó uno de los mayores escándalos económicos del franquismo, que afectaba a numerosos ministros y altos cargos del gobierno franquista, pero que apenas afectó judicialmente más que al propio empresario, en un encarcelamiento suavizado teniendo en cuenta la época.
Lo que nos proponía Domènec en esta intervención era desposeer al Pavelló Mies van der Rohe de sus atributos lujosos tales como sillones o cortinas, y sustituirlos por sillas domésticas de fórmica, por sábanas y toallas tendidas, evocando esa ocupación habitada de una montaña que se ofrecía al mundo como escaparate de modernidad, pero cuyas entrañas enmascaraba la realidad donde esa ciudad cambiaba de nombre. La visión de una ciudad que ha roto las normas de respeto a sí misma y desciende a la oscuridad y la miseria. Esa Barcelona “Biutiful” del film de Alejandro González Iñárritu que en ningún momento deja entrever los lugares arquetípicos de la ciudad turística oficial, sino que baja a las entrañas más profundas, al otro lado de la ciudad, que no por no ser mostrada deja de existir. Ya Huertas Clavería se refería en su artículo a la “sempiterna costumbre de ocultar las cosas poco gratas, como si sólo mostrando las mejores Barcelona fuese una ciudad mejor.”
Tal vez la clave sea la necesidad de esconder, de disimular esas realidades. Mientras al otro lado de la montaña se hacinaban familias en barracas, en el Pabellón Alemán de la Exposición Internacional de 1929 el rey Alfonso XIII compartía un refrigerio con las autoridades alemanas antes de proseguir el regio recorrido inaugural. Una de las joyas de la arquitectura moderna, lo suntuoso y el poder, como escenario representacional. Al otro lado, la ciudad cambiaba de nombre. Otro nombre que, enmascarado, perduraría durante décadas.
El trabajo de Domènec gravita sobre el proyecto de lo común, sobre el proyecto habitacional; cuáles son las claves ideológicas y sociales sobre las que se sustentan y el choque con las necesidades reales de quienes habitan el lugar. La confrontación entre la ciudad entendida como postal o carta de presentación, como atracción turística, y la casa como lugar a habitar. Las pérdidas que conllevan los desplazamientos de los habitantes y su necesidad de pervivencia a través de lo que debería haber sido estacionalmente efímero. El propio Huertas Claveria extendería su reflexión a la cuestión del Estado: “El Estado, y conviene que revisemos el concepto, somos nosotros, y sus decisiones deben ser el fruto de una labor en común y no cuatro plumazos efectuados en un despacho tan impresionante como esos vestuarios que preconiza el Sr. Vilá Reyes.” Barcelona todavía tardaría unos años en hacer desaparecer los asentamientos del Estadio, del Pabellón y del Palacio. Pero no olvidemos que en 2022 todavía muchas familias son desalojadas por motivos económicos y que lo que es un derecho recogido por la Constitución Española, el derecho a la vivienda, todavía es un deseo para algunos. La reflexión de Domènec hace un recorrido histórico, pero es una reflexión desde el presente.